domingo, 23 de noviembre de 2014

AUMENTAR LA IGUALDAD DE GÉNERO, UN OBJETIVO CLAVE


Para reducir la violencia contra la mujer, garantizar su igualdad de derechos y sacarla de la pobreza hay que romper el ciclo del matrimonio y parto precoz.

Bjorn Lomborg



22/11/2014 - Aun en las sociedades ricas de hoy en día, se registra una continua desigualdad entre las personas de diferentes sexo. Las mujeres ocupan los puestos de trabajo peor remunerados, están peor representadas en la política y en los niveles superiores de las empresas, y llevan la peor parte en materia de violencia doméstica. Pero la situación en algunas partes del mundo en desarrollo es más grave. Las normas culturales tradicionales implican que muchas niñas reciben poca educación, se casan y tienen hijos siendo aún adolescentes, y ni siquiera pueden abrir una cuenta bancaria.

En Panamá, las mujeres ganan el 65% del salario de los hombres por el mismo trabajo, de acuerdo con datos del Foro Económico Mundial. Por cada mujer en el Parlamento, en cargos públicos o privados de alto rango, hay un 11% más de hombres.

Hace 15 años, la comunidad global se comprometió con un ambicioso conjunto de Objetivos de Desarrollo del Milenio. Se ha logrado cierto éxito en el cumplimiento de los objetivos para reducir las diferencias de género, pero las mujeres del mundo en desarrollo aún sufren los más altos niveles de pobreza, problemas de salud, falta de educación, desigualdad de derechos y violencia.

La ONU planea el siguiente conjunto de objetivos que nos conducirá hasta 2030, y tenemos que preguntarnos: ¿Qué objetivos debemos incluir? Con recursos limitados de tiempo, dinero y personal capacitado, necesitamos enfocarnos en aquellos que nos permitirán generar el mayor beneficio.

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La igualdad de género es un gran problema con varios componentes importantes. La reproducción es uno. Permitirle a las mujeres ejercer el control sobre el embarazo significa reducir el número de muertes en el parto y de muertes infantiles; darle más tiempo para dedicarse a la crianza de su familia y para obtener un ingreso. Es por eso que invertir dinero en programas de planificación familiar resulta una buena inversión. Pero esta no es la única manera de reflexionar sobre la igualdad de género. La mejor forma de reducir la violencia contra las mujeres, de garantizar que tengan igualdad de derechos y de sacarlas de la pobreza es salir del ciclo del matrimonio y el parto precoz, y empoderarlas como miembros plenos de la sociedad.

Esto es más fácil decirlo que hacerlo, por supuesto, pero un buen enfoque es mantener a las niñas en la escuela durante más tiempo y asegurarse de que haya trabajos disponibles bien remunerados para ellas cuando terminen la escolaridad. En la India rural, por ejemplo, los reclutadores para trabajos administrativos bien pagados en las empresas visitaron pueblos seleccionados al azar durante un período de tres años. En esos pueblos había más empleo femenino y las mujeres de entre 15 años y 21 años de edad tenían 5-6 puntos porcentuales menos probabilidades de casarse o dar a luz durante este período.

Por otra parte, las mejores oportunidades laborales las incentivaban a alcanzar una mejor educación, las niñas más jóvenes permanecían más tiempo en la escuela, y las mujeres se matriculaban en cursos de capacitación después de la escuela.

Cuando nos fijamos en la evidencia a través de diferentes estudios y países, cada dólar gastado en mejorar la rentabilidad mediante un mayor acceso de las mujeres a las oportunidades económicas, redunda en siete dólares de beneficio.

Mejorar la educación femenina es también un buen objetivo, pero que es difícil de lograr. En los estudios realizados se muestra que por cada dólar gastado, los beneficios probablemente ascenderían a cerca de cinco dólares de bienestar social.

Hay muchos otros posibles objetivos que parecen ser buenos, pero para los que no tenemos estimaciones de costos o beneficios. Por ejemplo, garantizar que las mujeres tengan los mismos derechos a heredar, firmar un contrato, registrar un negocio o abrir una cuenta bancaria costaría muy poco, pero podría tener beneficios de largo alcance, pero no tenemos los datos para cuantificarlos.

El aumento de la representación política femenina también acarrearía un bajo costo, mientras que los beneficios serían, en general, bienvenidos, pero difíciles de cuantificar. En esencia, las diversas prioridades de las mujeres comenzarían a tener la misma predominancia que las de los hombres.

La igualdad de la mujer es un tema complejo y no se logrará mediante un conjunto de soluciones prolijas y estandarizadas. Sin embargo, los análisis económicos pueden ayudar a mostrar que podemos hacer el máximo beneficio posible. La planificación familiar puede ser uno de los mejores objetivos de la lista de prioridades de las Naciones Unidas, porque generaría $120 de beneficio social por cada dólar gastado. Pero muchos otros caminos, como la educación, oportunidades económicas, junto con los derechos de las mujeres y la mayor igualdad de oportunidades, compiten por un lugar entre las otras prioridades de nutrición, salud y pobreza.

ACOSO CALLEJERO


Artículo publicado en La Estrella de Panamá el domingo 23 de noviembre 2014:

Haydée Méndez Illueca

Abogada

 

El acoso callejero es una de las formas de violencia simbólica cotidiana y naturalizada, vista por muchos hombres como “piropos”, cuando en realidad no es más que una manera de tratar a las mujeres como objetos, lo que es parte de la historia de la humanidad, que sigue relegando a la mujer a una posición de subordinación.

El Observatorio Virtual Contra el Acoso Callejero de Perú lo define como: “Una forma de violencia de género no deseada que implica silbidos, comentarios sexuales, alusiones groseras al cuerpo de la mujer, tocamientos, masturbación pública, miradas extremadamente lascivas y exhibicionismo”.  Este comportamiento lo llevan a cabo desconocidos en lugares públicos, motivados por el género; invaden el espacio físico y emocional de una mujer de manera irrespetuosa, atemorizante o insultante.  No son piropos agradables, sino una conducta egoísta y violenta, una forma de doblegar a la mujer y mostrar que le pertenece.  Todo comentario en la calle sobre el cuerpo de una mujer es violento, porque parte de considerar al cuerpo de ella como propiedad pública.  Casi siempre es un grupo de hombres que realiza el acoso, como por ejemplo, gritos y comentarios soeces de los obreros cuando una mujer sola pasa por una construcción.

El problema no es sólo de Latinoamérica, como podrían pensar muchas personas---es mundial.  Recientemente circuló un video por las redes sociales sobre el acoso callejero en la ciudad de Nueva York, sobre la filmación de una mujer que caminaba por las calles y que fue acosada más de 100 veces.

¿Cómo combatir este problema?  ONU Mujeres y la Unión Europea buscan contribuir al fortalecimiento de las capacidades de organizaciones de la sociedad civil en procesos legislativos y en la formulación de políticas públicas que promuevan la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres.  Queremos proponer una ley contra el acoso en Panamá.  No ha sido fácil, ya que incluso una ley específica contra el acoso sexual en el empleo ya fue rechazada hace unos años por la Asamblea Nacional.  Los hombres la denominaban la “ley del piropo”, ridiculizándola y desmeritándola.  La propuesta es una ley integral que comprenda y sancione el acoso sexual en el ámbito laboral y educativo, el hostigamiento en las escuelas o “bullying”, que causa tantos estragos en los niños, niñas y adolescentes, el favoritismo, el acecho y el acoso callejero.  El acoso callejero es lo más difícil de sancionar, ya que, por lo menos en Panamá, no hay un policía a mano cuando las mujeres lo sufren, que pueda llamar la atención al acosador o incluso detenerlo, dependiendo de la gravedad del delito.  Cuando proviene de un grupo de obreros en una construcción se le puede reclamar al capataz, quien es el responsable del comportamiento de sus obreros.

Sin embargo, es imposible frenar esta situación sólo con la implementación de una ley.  El problema es mucho más profundo; tiene que ver directamente desde la crianza más básica del ser humano.  Y lo cierto es que la diferencia entre un halago y el acoso callejero puede a veces ser muy difusa, pero es la mujer la que define si es violencia o no.  Toda mujer tiene derecho a que no le guste el acoso callejero, porque la calle también es de las mujeres y tienen derecho a circular sin ser violentadas y a revindicar su derecho a circular en paz, sin insultos y sin violencia.

En algunos países, como en México, donde los tocamientos y el acoso en los medios de transporte eran graves, se ha llegado al extremo de optar por la invisibilización y la segregación, como vagones del metro segregados y “buses rosa” para mujeres.  En Chile, el Observatorio contra el acoso sexual callejero ganó un proyecto llevado a cabo por ONU Mujeres y la Unión Europea, con otras 11 organizaciones, denominado Programa de Fortalecimiento de Organizaciones de la Sociedad Civil que Promueven la Igualdad de Género.  Este Programa busca generar cambios en la sociedad chilena para posicionar el acoso sexual callejero como una forma de violencia de género, a través de estrategias de incidencia legal, científica y comunicacional.  Los tres ejes de trabajo son: (1) Una investigación social que permita retratar las percepciones e imágenes del acoso sexual callejero en la ciudadanía en todo el país, indagando en su disposición a legislar en torno a la problemática; (2) Una campaña comunicacional en medios de transporte, la vía pública y redes sociales para informar, sensibilizar y llamar a la acción a la ciudadanía respecto a esta problemática, que aún no es reconocida como una forma de violencia de género; y (3) Un proyecto legislativo que eduque a las nuevas generaciones para erradicar el acoso sexual callejero a través de transformaciones en las políticas públicas y comunicacionales y que proteja a las víctimas de manera seria y responsable.