miércoles, 20 de julio de 2016

Artículo de Paco Gómez Nadal

Torcer, manipular, asustar, mentir, confundir, aterrorizar, dictaminar, oscurecer, castigar, amedrentar, cohibir, castrar, mermar, infantilizar, frustrar… Las religiones saben de la conjugación de los verbos más perversos. No hay que confundir la religión (las religiones) con la espiritualidad, ni tan siquiera con la fe. Somos seres humanos completos cuando la razón y la espiritualidad están armonizadas, pero la religión es a la espiritualidad lo que el McDonald es a la comida sana: la cooptación y perversión burocrática de las emociones más profundas. No hay religión institucional si no hay rebaños, y no hay rebaños sin mansas ovejas que crean, a pies juntillas, no lo que su corazón o su espíritu les dicte, sino lo que el pastor de turno ordene.
Confieso que estos días estoy ofendido y asqueado por la actitud de las autodenominadas religiones respecto al proyecto de ley 61: una de las leyes más ingenuas y básicas de las que se pueden conocer en la materia. Apenas un paso adelante para subsanar el inmenso agujero de prejuicios, miedos e irresponsabilidades en los que se basa la sexualidad y la salud reproductiva de muchas personas en Panamá. La Iglesia católica, siempre tan temerosa del cuerpo humano y de sus deleites, pide que el proyecto retroceda y vuelva a debatirse, cuando solo hay que leer las actas de la Asamblea para constatar que quien tuvo algo que decir lo dijo. El proyecto de ley en ningún momento amenaza la patria potestad de esas dichosas familias, a las que ahora se apela, y en cuyo seno quedaron embarazadas 10 mil 735 chicas de entre 15 y 19 años en 2014.
Los obispos panameños nos regalaron la pasada semana un ejemplo de literatura decimonónica al escribir en su pronunciamiento: “No podemos aceptar experimentos que han fracasado en otros lugares, pero tampoco podemos desconocer que tenemos que actuar, como sociedad, ante la asfixiante situación que viven nuestros niños y niñas, bombardeados por un entorno hedonista y procaz, que desde la música, los programas televisivos, la prensa sensacionalista, el ciberespacio cargado de pornografía, y las propuestas publicitarias basadas en clichés eróticos, invitan a la sensualidad y al placer sin convicción, responsabilidad ni amor fecundo”. Claro, y por eso no quieren educar a los menores para que resistan mejor a esos impactos. Los obispos podrían pronunciarse con la misma vehemencia respecto a los 4 mil 812 casos de delitos contra la integridad y la libertad sexual. Pero no… eso debe ser parte de la cultura patriarcal que se alimenta desde los patriarcales púlpitos.
Los obispos piden, además, una educación sexual que no violente la dignidad de “nuestra niñez y juventud con nociones reduccionistas de una sexualidad banalizada y empobrecida”. Es evidente que no se han leído las cartillas propuestas por el Meduca. De hecho, las dichosas cartillas de las discordia son de lo más conservadoras. Es casi imposible encontrar algún tipo debate sobre la homosexualidad, no hay referencia a la transexualidad, la bisexualidad o la asexualidad… En fin, que son cartillas pensadas para no escandalizar. Pero lo cierto es que en Panamá el estado colonial de la institucionalidad religiosa recuerda más a la inquisición que al papa Francisco.
Nada nuevo sobre la religión católica: esa que desoye a su propio papa cuando este es razonable y que calla los escándalos sexuales de sus propios sacerdotes para no perder ni un ápice de su autoridad (no siempre moral) sobre el rebaño.

Pero a la Iglesia católica y sus miedos a todo lo que empiece por la partícula “sex” estamos acostumbrados. Ahora, además, debemos lidiar con los fanáticos homófobos de otras religiones cristianas. Estas gentes han convocado a una gran marcha el 13 de julio, con un cartel asqueroso en el que relaciona el proyecto de ley con una foto maniquea de dos niños varones besándose. Es decir: la educación sobre salud sexual es equivalente a promocionar la homosexualidad, como si la homosexualidad fuera una moda o una opción inducible. Estos fanáticos peligrosos no consideran que las películas violentas, los programas sexistas o la desigualdad laboral y social entre géneros sea un problema… todo el mal para ellos se concentra en la homosexualidad potencial. Cualquier sicólogo en prácticas les diría que salgan del clóset o dejen de fastidiar al prójimo. La manifestación, al igual que la inundación de fanatismo en las redes sociales, se convoca bajo otra manipulación: la utilización del Génesis 1:27 de forma literal. “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Es decir, que si lo interpretan de forma literal, Dios era bisexual porque a su imagen y semejanza creó a un varón y a una hembra. Claro que para los amantes del Pan y Génesis Dios era un mago maravilloso que “hizo las dos grandes lumbreras: la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas” (Génesis 1:16). Pues apaguemos la lumbrera mayor y volvamos a las cavernas porque Panamá está secuestrada por unas sectas peligrosas que están forzando un debate artificial para castrar una ley tan necesaria como limitada.

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