Para reducir la violencia contra la mujer,
garantizar su igualdad de derechos y sacarla de la pobreza hay que romper el
ciclo del matrimonio y parto precoz.
Bjorn Lomborg
22/11/2014
- Aun en las sociedades ricas de hoy en día, se registra una continua
desigualdad entre las personas de diferentes sexo. Las mujeres ocupan los
puestos de trabajo peor remunerados, están peor representadas en la política y
en los niveles superiores de las empresas, y llevan la peor parte en materia de
violencia doméstica. Pero la situación en algunas partes del mundo en
desarrollo es más grave. Las normas culturales tradicionales implican que
muchas niñas reciben poca educación, se casan y tienen hijos siendo aún
adolescentes, y ni siquiera pueden abrir una cuenta bancaria.
En
Panamá, las mujeres ganan el 65% del salario de los hombres por el mismo
trabajo, de acuerdo con datos del Foro Económico Mundial. Por cada mujer en el
Parlamento, en cargos públicos o privados de alto rango, hay un 11% más de
hombres.
Hace
15 años, la comunidad global se comprometió con un ambicioso conjunto de
Objetivos de Desarrollo del Milenio. Se ha logrado cierto éxito en el
cumplimiento de los objetivos para reducir las diferencias de género, pero las
mujeres del mundo en desarrollo aún sufren los más altos niveles de pobreza,
problemas de salud, falta de educación, desigualdad de derechos y violencia.
La
ONU planea el siguiente conjunto de objetivos que nos conducirá hasta 2030, y
tenemos que preguntarnos: ¿Qué objetivos debemos incluir? Con recursos
limitados de tiempo, dinero y personal capacitado, necesitamos enfocarnos en
aquellos que nos permitirán generar el mayor beneficio.
La
igualdad de género es un gran problema con varios componentes importantes. La
reproducción es uno. Permitirle a las mujeres ejercer el control sobre el
embarazo significa reducir el número de muertes en el parto y de muertes
infantiles; darle más tiempo para dedicarse a la crianza de su familia y para
obtener un ingreso. Es por eso que invertir dinero en programas de
planificación familiar resulta una buena inversión. Pero esta no es la única
manera de reflexionar sobre la igualdad de género. La mejor forma de reducir la
violencia contra las mujeres, de garantizar que tengan igualdad de derechos y
de sacarlas de la pobreza es salir del ciclo del matrimonio y el parto precoz,
y empoderarlas como miembros plenos de la sociedad.
Esto
es más fácil decirlo que hacerlo, por supuesto, pero un buen enfoque es mantener
a las niñas en la escuela durante más tiempo y asegurarse de que haya trabajos
disponibles bien remunerados para ellas cuando terminen la escolaridad. En la
India rural, por ejemplo, los reclutadores para trabajos administrativos bien
pagados en las empresas visitaron pueblos seleccionados al azar durante un
período de tres años. En esos pueblos había más empleo femenino y las mujeres
de entre 15 años y 21 años de edad tenían 5-6 puntos porcentuales menos
probabilidades de casarse o dar a luz durante este período.
Por
otra parte, las mejores oportunidades laborales las incentivaban a alcanzar una
mejor educación, las niñas más jóvenes permanecían más tiempo en la escuela, y
las mujeres se matriculaban en cursos de capacitación después de la escuela.
Cuando
nos fijamos en la evidencia a través de diferentes estudios y países, cada
dólar gastado en mejorar la rentabilidad mediante un mayor acceso de las
mujeres a las oportunidades económicas, redunda en siete dólares de beneficio.
Mejorar
la educación femenina es también un buen objetivo, pero que es difícil de
lograr. En los estudios realizados se muestra que por cada dólar gastado, los
beneficios probablemente ascenderían a cerca de cinco dólares de bienestar
social.
Hay
muchos otros posibles objetivos que parecen ser buenos, pero para los que no
tenemos estimaciones de costos o beneficios. Por ejemplo, garantizar que las
mujeres tengan los mismos derechos a heredar, firmar un contrato, registrar un
negocio o abrir una cuenta bancaria costaría muy poco, pero podría tener
beneficios de largo alcance, pero no tenemos los datos para cuantificarlos.
El
aumento de la representación política femenina también acarrearía un bajo
costo, mientras que los beneficios serían, en general, bienvenidos, pero
difíciles de cuantificar. En esencia, las diversas prioridades de las mujeres
comenzarían a tener la misma predominancia que las de los hombres.
La
igualdad de la mujer es un tema complejo y no se logrará mediante un conjunto
de soluciones prolijas y estandarizadas. Sin embargo, los análisis económicos
pueden ayudar a mostrar que podemos hacer el máximo beneficio posible. La
planificación familiar puede ser uno de los mejores objetivos de la lista de
prioridades de las Naciones Unidas, porque generaría $120 de beneficio social
por cada dólar gastado. Pero muchos otros caminos, como la educación,
oportunidades económicas, junto con los derechos de las mujeres y la mayor
igualdad de oportunidades, compiten por un lugar entre las otras prioridades de
nutrición, salud y pobreza.
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