domingo, 23 de noviembre de 2014

ACOSO CALLEJERO


Artículo publicado en La Estrella de Panamá el domingo 23 de noviembre 2014:

Haydée Méndez Illueca

Abogada

 

El acoso callejero es una de las formas de violencia simbólica cotidiana y naturalizada, vista por muchos hombres como “piropos”, cuando en realidad no es más que una manera de tratar a las mujeres como objetos, lo que es parte de la historia de la humanidad, que sigue relegando a la mujer a una posición de subordinación.

El Observatorio Virtual Contra el Acoso Callejero de Perú lo define como: “Una forma de violencia de género no deseada que implica silbidos, comentarios sexuales, alusiones groseras al cuerpo de la mujer, tocamientos, masturbación pública, miradas extremadamente lascivas y exhibicionismo”.  Este comportamiento lo llevan a cabo desconocidos en lugares públicos, motivados por el género; invaden el espacio físico y emocional de una mujer de manera irrespetuosa, atemorizante o insultante.  No son piropos agradables, sino una conducta egoísta y violenta, una forma de doblegar a la mujer y mostrar que le pertenece.  Todo comentario en la calle sobre el cuerpo de una mujer es violento, porque parte de considerar al cuerpo de ella como propiedad pública.  Casi siempre es un grupo de hombres que realiza el acoso, como por ejemplo, gritos y comentarios soeces de los obreros cuando una mujer sola pasa por una construcción.

El problema no es sólo de Latinoamérica, como podrían pensar muchas personas---es mundial.  Recientemente circuló un video por las redes sociales sobre el acoso callejero en la ciudad de Nueva York, sobre la filmación de una mujer que caminaba por las calles y que fue acosada más de 100 veces.

¿Cómo combatir este problema?  ONU Mujeres y la Unión Europea buscan contribuir al fortalecimiento de las capacidades de organizaciones de la sociedad civil en procesos legislativos y en la formulación de políticas públicas que promuevan la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres.  Queremos proponer una ley contra el acoso en Panamá.  No ha sido fácil, ya que incluso una ley específica contra el acoso sexual en el empleo ya fue rechazada hace unos años por la Asamblea Nacional.  Los hombres la denominaban la “ley del piropo”, ridiculizándola y desmeritándola.  La propuesta es una ley integral que comprenda y sancione el acoso sexual en el ámbito laboral y educativo, el hostigamiento en las escuelas o “bullying”, que causa tantos estragos en los niños, niñas y adolescentes, el favoritismo, el acecho y el acoso callejero.  El acoso callejero es lo más difícil de sancionar, ya que, por lo menos en Panamá, no hay un policía a mano cuando las mujeres lo sufren, que pueda llamar la atención al acosador o incluso detenerlo, dependiendo de la gravedad del delito.  Cuando proviene de un grupo de obreros en una construcción se le puede reclamar al capataz, quien es el responsable del comportamiento de sus obreros.

Sin embargo, es imposible frenar esta situación sólo con la implementación de una ley.  El problema es mucho más profundo; tiene que ver directamente desde la crianza más básica del ser humano.  Y lo cierto es que la diferencia entre un halago y el acoso callejero puede a veces ser muy difusa, pero es la mujer la que define si es violencia o no.  Toda mujer tiene derecho a que no le guste el acoso callejero, porque la calle también es de las mujeres y tienen derecho a circular sin ser violentadas y a revindicar su derecho a circular en paz, sin insultos y sin violencia.

En algunos países, como en México, donde los tocamientos y el acoso en los medios de transporte eran graves, se ha llegado al extremo de optar por la invisibilización y la segregación, como vagones del metro segregados y “buses rosa” para mujeres.  En Chile, el Observatorio contra el acoso sexual callejero ganó un proyecto llevado a cabo por ONU Mujeres y la Unión Europea, con otras 11 organizaciones, denominado Programa de Fortalecimiento de Organizaciones de la Sociedad Civil que Promueven la Igualdad de Género.  Este Programa busca generar cambios en la sociedad chilena para posicionar el acoso sexual callejero como una forma de violencia de género, a través de estrategias de incidencia legal, científica y comunicacional.  Los tres ejes de trabajo son: (1) Una investigación social que permita retratar las percepciones e imágenes del acoso sexual callejero en la ciudadanía en todo el país, indagando en su disposición a legislar en torno a la problemática; (2) Una campaña comunicacional en medios de transporte, la vía pública y redes sociales para informar, sensibilizar y llamar a la acción a la ciudadanía respecto a esta problemática, que aún no es reconocida como una forma de violencia de género; y (3) Un proyecto legislativo que eduque a las nuevas generaciones para erradicar el acoso sexual callejero a través de transformaciones en las políticas públicas y comunicacionales y que proteja a las víctimas de manera seria y responsable.

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