Publicado el domingo 8 de
marzo de 2015 - 12:00 a.m. en La Estrella de Panamá
Ana María Pinilla V.
El
pasado jueves 5 de marzo se condenó a un ex-magistrado de la Corte Suprema de
Justicia a cinco años de prisión efectiva. Y las jueces que estuvieron frente a
él para juzgarlo y tomar la decisión fueron tres mujeres. El detalle no es
menor, tomando en cuenta la corta vida republicana que tenemos y que aún en
Panamá las mujeres deben transitar un camino complejo para poder cumplir sus
sueños personales y sociales.
Tanto
Ana Matilde Gómez, como Kathleen Levy y Zulay Rodríguez fueron quienes tomaron
la batuta de la justicia para sentar un precedente de respeto al erario
público.
Pero,
¿a cuánto estamos de la igualdad real?
Para
la investigadora social, Lilian González Guevara de la Fundación Friedrich
Ebert en Panamá, la clave está en realizar un análisis a nivel cultural para
determinar por qué son las reproducciones familiares del sistema las que
sostienen conceptos equívocos.
‘Estamos
en el futuro, supuestamente esta sería una época de total avance y prosperidad,
más es un país como Panamá que se apunta como las primeras economías de la
región, estamos en una posición crítica, en déficit para alcanzar aquella
igualdad entre hombres y mujeres. Si bien existe una precariedad laboral y
social, para ambos géneros, pero si ponemos la lupa la situación de la mujer es
más grave’, enfatiza González Guevara.
Y
lo explica con un concepto que algunos prefieren evadir: la cuestión de clase.
‘Las diferencias se acentúan según las clases sociales. Si bien las mujeres de
un nivel socio-económico más alto también padecen esta disparidad y
discriminación de manera simbólica; son las mujeres de clase baja las que se
ven más afectadas, en el sentido económico, laboral y político’.
Los
datos no mienten, según el Instituto Nacional de Estadística de la Contraloría
de Panamá, solo el 49% de las mujeres no están desocupadas. En contraste hay un
80% de la población masculina que está ocupado.
Para
la investigadora existe una desigualdad verificable y debe ser un dato presente
tanto para las autoridades pública y privadas, como para los movimientos
sociales en Panamá.
Existen
un 24% de mujeres a nivel urbano que no cuenta con ingresos propios. Esta
situación de vulnerabilidad, es caldo de cultivo para diferentes formas de
discriminación y violencia. Más allá de ayudas sociales, en la mayoría de los
casos es la mujer la responsable del hogar.
En
cambio, a nivel masculino existe un 5% de hombres sin ingresos propios. ‘La
autonomía material, también incide sobre la autonomía de tu cuerpo, sobre el
tema de reproducción y capacidad de movilidad. Y así se crea una dependencia
tanto de los hombres, como del estado mismo’, explica la socióloga.
Por
otro lado, desde su experiencia política y con temple para convivir en
ambientes dominados por el sexo masculino, la ingeniera Balbina Herrera hace su
aporte con respecto a la situación que viven las féminas en Panamá.
‘Antes
era lucha por el voto, durante los años 20 y 70 existieron muchas
organizaciones que trabajaban en conjunto con el estado para lograr el alcance
de oportunidades entre hombres y mujeres. Hoy a esa búsqueda de oportunidades
se les suman otras batallas: en contra de la violencia física, de género y la
violencia estatal hacia las mujeres. Es cierto que las mujeres hemos llegados a
altos estratos políticos, pero esto no quiere decir que esté todo hecho, sino
que hay que avanzar y trabajar en los errores y aciertos: Es necesario que
hayan más mujeres dentro de la vida política, ocupando puestos públicos de
peso’, detalló Herrera, quien fue presidenta de la asamblea Legislativa,
Alcaldesa del distrito de San Miguelito y candidata presidencial.
Y
convencida, afirma, ‘las madres deben trabajar en la autoestima de las niñas y
hacerles creer que ellas son importantes, hacerlas conscientes de que valen por
ser mujeres y por lo que son internamente’.
Como
mujer, la dirigente del Partido Revolucionario Democrático sostuvo varios
altercados en los que fue criticada por hacerse respetar. ‘Es que si bien ese
debería ser el espacio más democrático del país, también es el más machista’,
apuntó.
En
relación a esto González Guevara expresa: ‘vivimos en un país manejado por lo
masculino. Este es un país gobernado por un 90% de hombres’.
Es
muy complicado que el sistema político haga un relanzamiento de las relaciones
de poder de hombres y mujeres, con la poca representación política que hay de
mujeres dentro de los organismos estatales.
Para
ambas mujeres la vida familiar, de la política y la laboral van de la mano;
todo está relacionado. Es en el hogar donde se hacen las primeras divisiones
del trabajo de forma sexista, reproduciendo un patriarcado que muchas veces es
sostenido por mujeres que crían a sus hijos solas.
Las
barreras hacia la igualdad están resquebrajadas pero no derribadas. ‘El juego
es algo simbólico pero fundamental. En nuestros hogares al darle de regalo un
camión a un niño y una licuadora o juego de té a una niña le estás ofreciendo
simbólicamente salida a la vida pública al hombre y reservándole un lugar
doméstico a la mujer. Este solo es un ejemplo, pero existen miles de hábitos
machistas que reproducimos y que sostienen un sistema desigual; acorde con las
leyes del mercado’, explica Lilian González Guevara.
Existe
una resistencia cultural para romper con estereotipos.
LA
LUCHA CONTRA EL MERCADO
La
situación no es ajena en las zonas rurales, salvo que las mujeres del interior
son menos permeables al bombardeo de publicidad que crea estereotipos físicos
hacia la mujer. Y que establece patrones de belleza distantes de la región y
relacionando este estereotipo con la libertad.
Raisa
Banfield, quien forma parte del equipo del alcalde José Isabel Blandón da su
opinión acerca de ese difícil camino hacia la equidad. ‘Se han hecho esfuerzos
y existe mayor respeto entre hombres y mujeres; sin embargo aún queda un espacio
vacío. Hace falta aterrizarlo más en la práctica, primero las mujeres en el
respeto a nosotras mismas y al hombre; que en fin de cuenta es respeto a la
dignidad humana’, explica Raisa Banfield.
Para
Banfield es fundamental que la mujer se prepare, sobre todo por los niños y
niñas que están creciendo para rescartarlos de sistema sociales nada
equitativos. Y reafirma, ‘no se le puede exigir a un niño que sea abierto, si
nosotros mismos los hemos criado dentro de patrones obsoletos’.
Su
paso del activismo al trabajo estatal es gratificante. Sin embargo advierte que
‘aquí te das cuenta de que cuesta construir lo que uno exige como sociedad.
Aquí se fusionan los talentos de género, esto es necesario en la gestión
pública’.
Basándose
en su experiencia como mujer profesional y madre, explica que las tareas
cotidianas van construyendo un ser humano integral, tanto en hombres como en
mujeres.
Y
termina, ‘hay que hacerle entender esto a los chicos, repartiendo funciones en
el hogar independientemente del género y respetando las cualidades de cada
quien’.
Que
este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer sirva para preguntarnos que
hacemos como mujeres y hombres, para hacer esta sociedad más justa y sin
femicidios, encaminados hacia la libertad económica, física y social.
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