viernes, 12 de septiembre de 2014

SALUD PÚBLICA: DEUDA DEL ESTADO

Por: Haydée Méndez Illueca, Abogada

Nuestro país está en deuda con la salud pública, a pesar de que nuestra legislación en este tema es de las mejores de América Latina.  Pero las leyes no se cumplen; no se sanciona tampoco a los funcionarios públicos que no las cumplen; y el resultado es que la ley se convierte en letra muerta.  Los Comités de Seguimiento de los Organismos Internacionales han indicado una y otra vez esta falta de cumplimiento de los convenios suscritos por nuestro país (que son ley de la República), lo que nos impide cumplir con los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM).

Entre los más graves problemas de salud pública de nuestro país está el embarazo precoz.  En Panamá una de cada cinco embarazadas es una adolescente, pero esto es más grave aún en nuestras comarcas indígenas, donde una de cada tres embarazadas es adolescente.  ¿Cuáles son los resultados?  Si la madre es menor de 20 años, hay 50% más de probabilidad de muerte del recién nacido; esto también afecta negativamente a la niña en cuanto a su educación; en muchos casos provoca abortos inseguros; y le trunca irreparablemente su proyecto de vida.

La Asamblea Nacional acaba de prohijar un proyecto de ley de salud pública en un esfuerzo por reducir estas estadísticas y educar para la prevención.  El mismo ha recibido un rechazo rotundo de Monseñor Ulloa, quien opina que la educación integral en sexualidad es un tema que les corresponde exclusivamente a los padres de familia y no a la educación pública.

¿Ignora Monseñor que el 84% de los niños que nacen en Panamá no tienen familia, porque nacen fuera de una unión estable?  La mayoría son hijos de madres solteras que tienen dos o más trabajos y pasan todo el día fuera de casa.  Los “padres” de la mayoría de las familias panameñas no tienen ni el tiempo ni el conocimiento para educar a sus hijos en sexualidad.  Para ellos el tema es tabú y piensan que si les hablan de sexo a sus hijos, van a tener relaciones sexuales antes de tiempo, cuando es todo lo contrario.  Según una encuesta de CID Gallup, a la mayoría de los y las adolescentes panameñas ningún pariente adulto les ha hablado jamás de sexo ni de cómo evitar el contagio de infecciones de transmisión sexual.  Entonces, ¿no le queda esta responsabilidad a la escuela?

Las adolescentes no se embarazan solas.  El 70% de los hombres responsables de embarazar a las adolescentes son mayores de 20 años, lo que nos indica que el embarazo es el resultado de una violación o por lo menos de una violación estatutaria (estupro), que en la mayoría de los casos queda impune o lo que es peor, resulta en la transmisión del VIH, lo que nos lleva a otro grave problema de salud pública, ya que según la OMS, Panamá ocupa el tercer lugar de Centroamérica con personas infectadas con VIH.

El proyecto de ley que los fundamentalistas tratan de satanizar (por segunda vez) no contiene nada nuevo.  Todas sus disposiciones ya están plasmadas en otras leyes.  Lo que se ha hecho es recopilarlas en una sola ley para facilitar su implementación y la obligatoriedad de su cumplimiento.  Abogar por que no se promulgue esta ley es apología del delito, porque se está pidiendo que no se cumplan las leyes y que los violadores de niñas sigan en la impunidad.

La educación integral en sexualidad les da a los jóvenes los conocimientos, aptitudes, actitudes y valores que necesitan para ver su sexualidad como algo natural y no como un tabú.  Sobre todo, les da información para disipar mitos; referencias respecto a recursos y servicios a que tienen derecho; les enseña a identificar y defenderse de abusos sexuales; y a conocer sus derechos.

Está comprobado científicamente por varios estudios comparativos que los jóvenes que reciben educación integral en sexualidad desde temprana edad posponen el inicio de sus relaciones sexuales; y que las mujeres con mayor escolaridad gozan de mejor salud y oportunidades, tanto ellas como sus hijas e hijos.

Ni las autoridades públicas ni la ciudadanía consciente nos podemos dar el lujo de ignorar estos problemas.  La deuda que tiene el Estado con la salud pública de nuestra población joven es un gran desafío y genera un círculo vicioso de exclusión educativa y socioeconómica de miles de niños y niñas, que ven truncado su proyecto de vida o mueren por ignorancia sobre cómo evitar las enfermedades mortales transmitidas sexualmente.

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